sábado, 1 de abril de 2017

La ciudad del silencio


-La ciudad del silencio-

... Y al caer la tarde, todos salen a contar sus historias,

grandes tertulias en las que el albañil y también el Presidente,

sentados uno junto al otro en el bordillo de la calle  y con una sonrisa en los labios, rememoran aquéllos amores de antaño.

 

El ulular de los árboles resuena a dulce melodía y los amarillentos rayos del sol desaparecen; las aves anuncian que el cielo se vestirá de gala, con paño de terciopelo adornado de miles de titilantes estrellas, cual blancas perlas,

propiciando el reencuentro de aquél amor que en vida nunca pudo ser.

 

A lo lejos se aprecia la frenética danza del viento y los cipreses; el frío mármol libera a sus prisioneros que,  siempre está esperando, siempre añorando, siempre deseando que de ellos jamás se olviden.


Antonio  Lederer Godoy
1 de abril del 2017.

martes, 7 de junio de 2016

Matiox





Matiox Tepeu, Kukulkán y Huracán,
por darnos este terruño vestido de verde esmeralda
y azules cielos; matiox abuela Ixmucané,
que con tus manos moldeaste el maíz del cuál 
nació tu ancestral raza; matiox poderoso Itzamná,
por pintar cada rincón del mundo de mil colores.

Rojo para el Oriente,
donde el flamígero astro,
nace cada día.

Blanco para el Norte,
desde el cuál sopla el viento,
que mece la sagrada milpa.

Negro para el Occidente,
donde están las puertas de Xibalbá
y muere el sol al atardecer.

Amarillo para el Sur,
 apacible lugar en el cual,
 el viento descansa sobre los cerros.

Verde para el Centro,
ombligo del universo,
ahí esperaré la llegada del nuevo sol.

jueves, 12 de mayo de 2016

-¡Lucha!-




 
Si en la madrugada abres los ojos y ves que el día es gris,
cuando todo a tu alrededor es caos y confusión,
y sientes que el firmamento se derrumba sobre tu cabeza,
levántate y lucha.
Si al caminar por la vereda miras al anciano sin el pan en su mano,
y ves a la madre con lágrimas en los ojos, esperando al hijo que ha partido,
o sabes que al infante, su inocencia le han robado;
¡lucha!
Tú que te encuentras en esa turbulenta trinchera en la que nadie te da sosiego,
cuando aniquilan tus anhelos libertarios y te imponen pesada tarea,
no te arrodilles ni claudiques, respira hondo, levanta el rostro y
¡lucha!
Si en el escarpado camino hasta el viento está en tu contra,
cuando compartes con el desarraigado, que al regresar nada ha encontrado,
y ves al obrero oprimido y desvalido;
¡lucha!
Si al caminar por el sendero, la parca cortar el hilo de tu vida busca,
No te fíes de las dulces palabras que emanan de su boca,
muéstrale quién eres y despídela porque tarea tienes y con más afán,
¡lucha!
Cuando adviertes que aquél gris amanecer,
tus manos lo han pintado de colores y crecen las flores que has sembrado en el camino,
recuerda que de nada sirve sentarse a la vera del sendero y esperar que otros emprendan el trayecto,
empuña tus manos, llena tus pulmones, carga tus ojos de ilusiones y,
¡lucha!

viernes, 6 de mayo de 2016

Elucubraciones esquizoides


¡Se lo digo yo…!
Ayer destapé mi pensar y lo vi contraerse
hasta las entrañas de un pasado lejano,
busqué infructuosamente tu cuerpo y
de cara al sol, me enajenó tu sombra meridional.

Volví a la pérdida y al olvido; a la penumbra del
purgatorio de mis emociones…Se lo digo yo;
porque cuando duele el aforongo y el telengueniche,
nace en mí una metafísica ansiedad.

Te encontré sentada tocando el acordeón de
los deseos, con tus manos pintadas de nubes y
el miedo y el silencio cual partitura; tú bailabas una
sinfonía de esperanzas, yo se lo digo…¡se lo digo yo!

¿Cuántas palabras faltan para llegar a la utopía?
y ver tus pensamientos convertirse en torbellinos
de algodón en el abecé de mi memoria; verlos
cabalgando sobre el unicornio de mis sueños.

¡Ah…y se lo digo yo, yo se lo digo, digo yo…!
tú, que desde el monte de venus me has hecho ver
las estrellas y es ahí, donde nacen y mueren
mis suspiros vestidos de carnaval.

Me he encontrado fuera de mi ser, perdido en la
oscuridad de la humanidad, teniendo al día y la
noche en una misma imagen arrugada cual papel;
se lo digo, se lo digo… ¡que se lo digo yo!

He buscado la forma correcta para despeinar
tu sonrisa; pero mi vida y yo hemos
emprendido el viaje por un mundo de lunas, que
aún conservas escondidas entre tus cabellos.

El péndulo de los sentimientos se mueve de este a oeste,
o de éste a aquél…no lo sé, pero se lo digo yo,
que pisando las hojas secas de mis recuerdos,
me encuentro masticando el absurdo cotidiano.

Veo la vida como un viejo y gastado disco de antaño,
sobre el aún más viejo toca discos cósmico,
que aunque gire y gire, siempre tendrá un principio y
así también un final…éste final ¡se lo digo yo!


-La ilustración fue tomada de aulablog.com-

viernes, 29 de abril de 2016

Nuestras miradas


Algún día nuestras miradas volverán a encontrarse,
con el regocijo de antaño, llenas de nostalgia y deseos;
sí, ese día te contaré mil historias y tú cerrando los
párpados, danzarás dulcemente al ritmo de mi voz.

Llenaré tus ojos con los colores de la primavera,
tus manos con auroras y nubes de níveo algodón;
beberé extasiado el elixir maravilloso de tu sonrisa y,
mis brazos rodearan tu primorosa humanidad.

Romperé ferreas cadenas y venceré traviesos demonios,
tus cabellos los acicalarán primorosas hadas de la floresta;
la tersura de tus manos acariciarán mi rostro y,
cerraré mis ojos apoyando mi cabeza sobre tu regazo.

Hasta entonces, bailaré bajo la luz de la luna llena;
esperando que llegue el momento en que las estrellas canten
su exquisita melodía, ese momento en que los lobos aullan
adorando a su diosa de plata...¡Hasta entonces!

viernes, 22 de abril de 2016

Puta





Me dicen “puta”, una etiqueta que nunca busqué y que gratuitamente me endilgaron; no saben lo que como mujer duele que la señalen, que la observen con lascivia, que los imberbes estudiantes la escruten a uno de pies a cintura –porque hasta allí les llega la mirada, imaginando con fruición esa parte de mi  anatomía-.
Soy la comidilla de la vecindad, desde los niños que comienzan a migrar hacia la  preadolescencia, hasta los ancianos a los que la memoria se les escapa por entre su dentadura picada por los años, pasando por las mujeres que se las llevan de santurronas.  Ninguno de ellos tiene el valor de verme a los ojos; cuando paso por la calle esconden su mirada, pero la percibo pegada a mis pantorrillas y glúteos.
Esas cuatro letras han marcado mi vida.  Desde pequeña la mala fama –porque solo eso es, fama-; acompañó mi llanto contenido, sin nadie que me buscara para  escucharme, para entenderme, para consolarme, para darle valor a mi vida.
Desde niña viví la necesidad de ser querida, de ser abrazada, de poder sentarme en las piernas de mi papá y escuchar esas historias que hubiesen llevado mi imaginación en viajes estelares, en descubrimiento de culturas remotas, de aventuras en la selva; o tan solo de un cuento de princesas esperando ser salvadas del encierro por un galán príncipe azul montado sobre un níveo caballo con crines de plata.
No, no entendieron dicha necesidad afectiva, todo el mundo lo tergiversó al verme abrazar a mis compañeros de escuela, de acercarme  quizá un poco más de lo socialmente prudente cuando platicaba con alguna persona; fue así como comenzó mi calvario.
Siempre he buscado el cariño, sentirme amada, apreciada, querida; es algo básico para mí, pero desde la escuela fui señalada sin piedad.  Primero por las niñas que decían ser mis amigas, luego por los niños que, aunque desconociendo plenamente la repercusión de sus palabras, las escupían de sus bocas como aquéllas pericas que pasan volando hacia sus nidos, ensordeciendo la caída del sol.
Al crecer, dicha reputación hizo lo propio; nadie conoce la frustración de verse acosada por estudiantes montoneros –porque eso eran, en lo individual la cobardía bañaba sus frentes como el calor del medio día-; buscando rozar sus cuerpos con el mío mientras formábamos la fila para el acto cívico, o buscar con sus manos mi cuerpo sin motivo alguno cuando jugábamos fútbol en la clase de gimnasia.  Nadie me defendió, nadie estuvo a mi lado como noble caballero espantando al dragón.
Fue traumatizante el cambio que experimenté al llegar a la pubertad, la ausencia de una madre casi me despelleja el alma; mi cuerpo evolucionaba y yo no entendía la razón; poco a poco y en soledad descubrí mi feminidad, de qué estaba hecha, entendí que era diferente, que cada mes sufriría por ello.  Pero la gente seguía llamándome puta, zorra, larga, fácil…eso hizo llorar a mi alma noche tras noche, con la luna como triste compañera.
Hoy soy una mujer, camino por la calle y ya no me importa el qué-dirán, si de todos modos a escondidas y en voz baja, cuchichean que soy una puta.  En algún momento de mi vida pensé en desaparecer del barrio, de irme a vivir a algún lejano lugar en el que pudiera comenzar mi vida y gozar de las cálidas mañanas vestidas del canto de las aves, de jugar bajo la lluvia y saltar dentro de cada charco camino a casa.
Mas algo me detuvo acá, mis raíces pensé en un principio, mi familia, mi casa, pero no, nada de eso; lo que me tiene acá todavía es saberme una persona cabal, una mujer de mucha valía que ha soportado el escarnio social y que a pesar de lo que digan…soy una dama; aun más que las vecinas que despectivamente hablan a mis espaldas y recetan codazos a sus esposos cuando me ven caminar.
Una dama que se esfuerza por ser culta, servicial (para eso sí acuden a mí, cuando necesitan un favor o algo material), que tengo sueños y anhelo ser valorada en su justa medida, puta…son solamente cuatro letras que he desechado de mi vida, que soy una persona con sentimientos y valores, los que día a día me esfuerzo por acrecentar.
Hace algunas semanas, un desconocido me cedió el paso llamándome señora; todo mi ser vibró de alegría, de paz y devolví el gesto con una pequeña sonrisa; nuevamente hace unos días he vuelto a encontrarlo y en un galante gesto al saludarme, se quitó brevemente el sombrero; otra vez logró hacerme sentir bien, estoy segura que es un gentilhombre.
He soñado nuevamente con esos cuentos de frágiles princesas que son rescatadas por caballeros andantes de reluciente armadura y espada al cinto; cuánto deseo ser la damisela que desde una alta torre llama pidiendo la auxilien y antes que las llamas lanzadas por las fauces de un temible dragón lleguen a alcanzarme, él me rescata siendo premiado por tan valiente acción, con un tímido beso en su mejilla.
Puta…qué palabra tan corta y su desmesurada repercusión, mas hoy espero a mi galán, no vendrá en corcel ataviado de diamantes, ni prometerá luchar contra dragones, ni veré relucir la brillante hoja de su espada; simplemente vendrá a pedir mi mano –yo le entregaré un corazón-,  pronto me vestiré de blanco y ante el altar le prometeré fidelidad y amor eterno, seré la señora de…no importa, no fui, no soy y no seré más…“la puta”.


Ragueneau Lederer Godoy
Marzo del 2016.

viernes, 10 de julio de 2015

Chentío



Y Chentío sonreía…

con su gesto enamoraba a la luna;

de sus labios asomaban

cual granos de maíz amarillo,

sus escasos dientes.